-¿Sí?
-Mañana por la tarde nos vemos
-Mejor pasado
¡Maldita sea!
-¿Me apetece un café?
-No sé, pero espero que mueva gente
Hoy pareces triste. ¿No será porque se ha muerto Saramago? Supongo que no, además a tí te va más la dulzura de Neruda. Cuánto tiempo malgastado en la lectura de hojasmuertas y, de fondo, si no te distrae demasiado, lo último de San Leon.
-¿Quién está ahí?
Parece apurada, aunque no demasiado. Yo diría que es una pose.
-Lo siento, ¿llevas mucho tiempo esperando?
Diría que te has quedado pálido. No sé, ¿alguna canción de desamor en tu mente?
-¿Nos sentamos?
La mesita del rincón está lejos. Está algo escondida, aunque el silencio es enorme y no acompaña al disimulo.
-¿Cómo estás?
Significamos lo que podemos dejar en herencia. Un hijo, un exmarido, una relación sentimental de devezencuandomelatiro y, lo que no imaginamos, el desconocido que de lejos nos sueña.
-Lo peor, el pequeño
-¿Cuántos años tiene?
-Cuatro, creo. Se quedará con su padre, digo yo.
-¿No es el maricón...?
-¡Juan, por dios!
-Un brindis
-¿Sí?
-¡Por las pajas que me hice en su nombre!
-¡Venga ya!
-¡Venga sí! ¿Cuánto llevo, tres, cuatro años? Ya me gustaba antes del divorcio. Del mío. ¡Hay que joderse!
Desde la butaca de atrás, el gorgojo se contrae. Si nunca le hablaste, nunca le significaste. Y ahora, mientras se pudre, lo que no se han comido ya, aún suspiras. Y eres de Neruda, del apasionado que disfruta sin probar bocado.
-Y la camarera se llama Paula, ¡vaya mala hostia!
-Jajaja, brindemos
-Tú estás tonto
-No, estoy jodido que no es lo mismo
Trescientosesentaycincodías multiplicadosporcinco, perdidos en pensamientos (algunos no tan románticos), no compartidos. Nadie corre delante de la sombra del otro, salvo yo, que me he dado de morros con la muerte, sin conocerla en vida.
-Joder
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