Bañarme en tu lengua

-¿De dónde vienes amor mío?
-Amor mío... del lado oscuro de la luna.

Allí donde su rugosa piel esconde los sueños. Allí donde se entrecruzan volcanes de sentimientos. Allí donde se pierden todos los pensamientos.
-¿Llevas mucho esperando?
-Un poco, aunque a mí siempre me parecerá una eternidad.
-Paul...
-Jaja, vámonos
-Los caballos están inquietos
-Intuyen nuestra ansiedad
Luna anciana señora, espejo de cielo. Duna celosa, abandona dentro del abrevadeo, hogaño, inquieto aleteo, que de tiempo no sabe, cuando de amar al hada se trata. Abominable abrazo es el alba, cuando se abre la mañana, pero mientras anochece, tiembla -¡Ay!- ternura del amante que perece en holocausto de cuna, morfeo a su hermosura.
-No, por aquí
-¿No nos perderemos?
-El bosque no tiene secretos para mí
-Algunos tendrá
-No, si son de este mundo
-Jaja
Enchiquerado macuquero ¿tienes frío? Encrestado palafrenero ¿tienes miedo? Torpe fámulo palaciego ¿tienes hambre? Óseo mirlo del escudero ¿tienes sueño? De miriñaques, buhonero ¿tienes hembra?
-Mi señor
Rén!
-Podría escucharnos alguien
-¿En plena noche? ¿en medio del bosque?
Siles bañan de pudor los algodones de la Tierra. Huele a iglesia. Del hielo el sudor que empapa las angustias de las lenguas del Invisible, de las voces mustias que desdentadas gimen a los austeros días que ahorran de luces y colores, que embriagan de sombras y dolores. No hay suerte entre tu nombre y el mío. Huele a muerte, ¡maldito rocío!
-¿Estás seguro?
-Detrás de aquella roca, está la casa del leñador
Hay una línea que dibuja el infinito, hay un sinuoso camino, llega al infierno, es la senda de la oscura faz del astro, trasto que tiembla entre celosos dedos. Trampas que cosquillean en las aguas de Trasimeno, que flotan nunca torpes entre sales, pañuelo de los sudores del guerrero que rasga con sus dientes la misma línea que en colina borda el suave sendero, cordel que ata caricias de lóbulos. Suspiros pintados con las babas de tu ternura, hielo que acuchilla, el agujero del pateta, al alma indecente, tétrico texto que delinea nubes de tormenta en el grito ahogado de tus parpadeos.
-Aquí hay un poco de leche, pero a lo mejor prefieres cerveza
-Jaja, a penas un poco de hambre... Trae acá esa cerveza, si no hay vino...
-No, no, hay vino, ¿cuál prefieres?
-Este parece más decente
-En seguida, preparo algo
Uzo cerrado a la ansiedad, efigie de oscura pelliza, despavorido por su diástole cuando ella orine al hombre del altar, su devoción. Ponzoña que a la mano oprime, anatema del afecto. Heritación de chupalámparas, de pecado aquelarre contra mí venerado. Cerbatana que enajena ambiciones de venerabilidad, en zaguangas de tuñuño perdido, en zarambotes que no lo son al juramento. Albardas que aborrecen de aflicciones derroches. Cortejos que no olvidan esas pláticas que conspiran contra mí profanías de un presbítero, anacoreta del día.
-No te preocupes, es suficiente
-¿Qué tal el asado?
-Poco hecho
-?
-Es broma, jaja
Cual vaho de mi boca, el alma se fugue de éste, su cuarto -ola invisible que huye a recluir su victoria-, para intruso inflar allá en tus entrañas narcóticas lilas y cruzar lo que sea que me lleve a tu alma. Y allí cortesano: -Bañarme en tu lengua y mientras durmieras, en tus ojos soñar. (Engurrio inválido, tormenta de espíritu frenético, mi hálito.) Las dísonas penas velan al heraldo, reposan enfermas, roban el candado... y cruzan lo que sea que les lleve a tu alma. Para allí, ladronas: Bañarse en tu lengua, y mientras tú durmieras, en tus ojos llorar.
-¿Qué ocurre?
-¿Cómo?
-¿Estás llorando? ¿Una pesadilla?
-No, no es nada
-La guerra ha sido muy dura
-Mucho, Shú
Quisiera ser humo, escapar de mí y hundirme en tus cenizas. Recorrer lo que queda de tus entrañas, y llegar a tu alma. Y pasear por tus rincones, y volver a entrar en tu cama. Y dormir en tus sueños, y padecer en la almohada de tu ataud.

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