Ojos azules, pelo negro


Ya no tengo edad para no sonreir cuando te veo, para esconder la mirada cuando me señalas con tus ojos. Con 18 años fumaba las expresiones de mis propias borracheras cuando llegadas las 4 de la mañana debía regresar a casa.

Por entonces abría la puerta con disimulado silencio, ahora sin embargo ya no. Qué ruído nace de una mujer de cuarenta años que vive sola con su persa azul, cuyo compañero más estable es el windows y que se pierde en las ensaladas de la cocina. María me riñe muchas veces, dice que soy algo así como una McBealdoméstica. Sería demasiado darle la razón, y no sería sincera conmigo misma.


-(Ver a Juan con Paula, ¡¡dios!!)


Sería increíble pensar que la Durás hubiera tenido razón, y que cuando la besé, le hubiera sentido. Pero ni siquiera lo recuerdo. Para Paula sé que fue muy distinto, ya que se desquitó de Luís.


-Sabes, me gustaría mirarle a los ojos y decirle con los míos: Yo también -me susurró

Estábamos algo cansadas, la semana, el trabajo. Era sábado por la noche y apenas había nadie. Andrés venía de una reunión con una chica, Paula, la ex de Luís. Andan en algo de voluntariado. Yo conocía Andrés de haber coincidido en los Salesianos, no tenía demasiada relación, con el tiempo quedó la suficiente como para saludarnos cuando nos veíamos por la calle. María revoloteaba alrededor del pub, esperando que aterrizara Chema por allí, y yo casi no le daba conversación. Y lo sentía de veras, así que cuando llegaron y se acercaron, acepté encantada la sugerencia de tomarnos un carajillo, que sumado al vino y a la copa anteriores hizo su trabajo. Dos horas y algo más después estaba besándola en el recibidor de mi piso. Recuerdo que tenía muchas ganas y que hablé mucho. Pero me dá miedo pensar, que en medio de mi discurso le nombrara. La verdad, esta duda me está matando, no sé si lo soñé:


"-Juan

-Jaja, eso no es su entrepierna-me cuchicheó-, ¿no te gustan mis caricias?"


No esperaba desayunar con ella, pero a lo mejor, hubiera podido averiguarlo. Pensar que me había acostado con una mujer (fue la primera de las siguientes) me resultaba trascendente, pero más me importaba que ella supiera de quien yo estaba enamorada: Me hacía sentir irremediablemente vulnerable.


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