En la Casa Encantada

En la Casa Encantada, los gatos te acarician la piel, te lloran un mimo y cuando intentas hacer tú lo mismo... se van.


Con el estómago lleno y el sueño pesando en mis párpados, necesitaba un café. Así que acepté. Se me revolvían los sentidos en el estómago. Angustiada esperaba la llegada de las náuseas. Mientras detrás de mí se entremezclaban ronquidos y palabras. Intenté traducirlos. Giré la cabeza y le vi. Quieto.


A mi ciudad le gusta la piedra. Algunos dicen que también la lluvia, ahora ya no tanto. Soy consciente de que me repito pero, es que él es una piedra.

No hay señales que entusiasmen la mirada. Borracho se cruza conmigo en la acera, me sonríe, farfulla palabras,... Tengo que preguntarle antes de responder cualquier cosa. Su sonrisa te saluda tierna, quisiera no perderla de vista. Le persigo hasta que aburrido de sonreir a los demás lagrimea para mí. Gracias.


Un gato persa escapa del miedo bajo las sillas del bar de la Cubana. A la Cubana no le importa no hablar conmigo. Me gusta, pero hoy no está aquí.

La mujer de la barra nos está mirando. Piensa, -¿qué?, ¿acaso es un fantasma?- que soy una niña. No me gusta, me importa, deseo que sus ojos me dejen tranquila. Le pidió un vaso de agua, se lo trajo dejando caer algunas gotas sobre su pantalón. Yo iba a decir algo, pero no tengo ganas de hablar. Lo siento.


Ha entrado el Extraño. Danzan sobre mis dedos caricias egoístas. A los ojos arañan. Mientras no me mires no pienso respirar.


Él habla mucho porque yo no lo hago. Yo haría lo mismo. Hay un gran gato paseándose entre las mesas del local -ya lo había visto antes- dormita en una silla, debajo de una mesa. El Extraño cuando te acercas se va. Él habla de sí mismo. Ya no hay medias del número siete. Para qué quiero yo unas medias y por qué estoy mirando más alla de la ventana... Acaba de llegar Gerardo. A Gerardo se le quedaron los ojos fijos cuando al despertar de sus ensueños me descubrió gozando en ellos. A Gerardo no le gusté el primer día que me vio, tuve que convencerle. Me lo encontré una noche detrás de la gente. Sus voces me contaron que querían dormir en mi ombligo. Aquella mañana despertó solo.

2 comentarios:

Histeriahistrionica dijo...

Solete,
Los ojos cansados de mirar se mueren empapados en alcohol. Ojos escrutadores, suspiran y se diluyen en la noche salivante. Observo más allá del horizonte sin vislumbrar la luz de sombras coloreadas. Yo te veo... y te leo siempre. Besiños.
(Me ha encantado este reencuentro después de tantos años de mirarnos y no hablar. Qué tiempos aquellos los del desarrollo!!!)

A Nena dijo...

Contigo me pasa que por mucho que pase el tiempo, siempre es "grande" compartir una tarde de infusiones y refrescos...

Eres más que fantástica y yo también te disfruto...

SPNB