Vous me comprenez?


-Flojito, no aprietes tanto
-¿Así?
-Un poco menos -sofocada
-Entonces, ¿vale así?
-Sí, creo que sí
-No -replicó mamá
-Ya, ya
-A ver, es tu traje de novia... -con rotundidad pero como si se contuviese
-Lo sé
-¿Miramos el largo?
-¿Te aprieta o no?
-¡Mamá!

No te equivoques conmigo. Llevaba temblando desde que decidimos hacerlo público, incluso desde antes, si me apuras. Pero eran siete años juntos. Desde que en una de esas fiestas de piso de estudiante, en segundo de carrera, me lo encontré en las escaleras del portal. Borracho él, borracha yo.

Antes de que fuera amoraprimeravista, ya me había acostado con él una docena de veces. Y en honor a la verdad, es un excelente amante. Por desgracia, sin dudarlo, sigue siéndolo.
Nuestra relación había tenido sus más y sus menos. Ambos teníamos un carácter muy fuerte, extremadamente incluso, y para no rebajar la tensión, ambos éramos muy tercos. Luís a su modo y con sus cosas, yo, al mío, y con las mías; que normalmente eran las mismas.
AdministracióndeEmpresas no era una carrera para sacarle demasiada miga en las conversaciones de café, bueno sí, depende... Fuese o no así, a Luís y a mí nos perdía el discutir, fuese por lo que fuese y, eso a mí, me ponía y me sigue poniendo... aunque el debate, ahora, sea por el niño.

Si te digo la verdad, novios, nunca lo fuimos, un rollo fue llevando a otro, y cuando me dí cuenta pasaba más tiempo en su cama que en la mía. El primer paso lo dimos con la consultoría que nos inventamos (por las subvenciones) por la que tuvimos que compartir como bienes de empresa, nuestros portátiles y los móviles. Fue horroroso, ¡qué manera de sufrir!

Al final yo me quedé con ella (discriminación positiva) y él se fue a trabajar con Marco. Una vez pasado lo peor, y después de pensar qué edad quería tener yo cuando mi hijo (o hija) tuviese veinte años, le pregunté si quería que nos casásemos. Y no dijo que no. Exactamente eso.
-¡Mierda, si sé de este follón...!
Casi al mismo tiempo empezamos a hacerlo a pelo, en todos los sentidos. Por lo que para cuando llegó el día, según mis cálculos, yo ya estaba de nueve semanas. Es de entender que nadie se diera cuenta, salvo el vestido. Así que a una semana de la cita, la modista se llevó una buena bronca y me supongo, que trasnochó los días que siguieron antes de la que fue por fin la última prueba.
A medida que se acercaba la fecha me ponía más de los nervios, pero esa semana, con todo el follón y encima lo del traje, sentí ganas de tirarme por una ventana. Y hablo en serio.

La noche anterior la pasé llorando, toda ella. A las cuatro de la tarde, en la peluquería les costó disimular las bolsas. Mi madre no hacía más que repetir:-Son los nervios. Mientras mi hermano me miraba como intentando averiguar si había algún otro.
Y lo había, había dos hombres, en realidad. Uno, en mi vientre, el otro, en mis anhelos de infancia. Aunque luego, durante mucho tiempo, sólo culpabilicé al embrión. La idea de que no era él rondó mi cabeza desde el principio y hasta después del final, incluso ahora, en que estoy segura de que sigo amándolo.
Elquequieres y loquequieres, no es lo mismo. Las combinaciones posibles e imposibles son infinitas. A mí me tocó, por un ratito, elquequería, no lo segundo.
-¡Estás preciosa!
Lo escuché mil veces. Evidemente no era mi madre, que por otro lado, llevaba bien el papel de "la madre de la novia que hay que cuidar ( a la madre, no a la novia), no se nos vaya a desmayar".
La iglesia de Sar se veía algo sosa, para el dineral que había costado. La música escogida era fantástica pero apenas se escuchaba. Y yo seguía histérica.
-(Dios, el pasillo...)
-¡Qué guapos los dos!
-(Me sudan las manos)
-¿Vas bien?
-Sí, papá (pero parémonos un poco)
-Dile a María que estire la cola
-(Más despacio.)
Hacía calor y frío. Me molestaba el corpiño. Luís sonreía.
-(¿Cuánto le costaría el traje?)
-Mi niña
Tengo náuseas. No puede ser, tengo ganas de vomitar.
-Sí ,quiero
-Y tú, Paula,
-(No lo sé)
-¿Quieres a Luís....
Si esto no acaba, creo que me voy...
-Sí, quiero

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