Introspección sonora




-¿Por?
-¡Porque estoy harto!
-Siempre igual, no eres capaz de...
-¿De qué? -enfadado- ¡De esperar por ti!
-Vete, no te necesito
-Ya
-No. Lárgate. Seguro que me encuentro a alguien conocido...
-Pero, ¿qué demonios hay después de las cinco?
-¡Y, si me apetece! -autoconvenciéndose- Me paso toda la semana trabajando...

Idiota no tiene ganas de esperar a desayunar en el Galicia, está cansado. Trece, sin embargo, apura las horas.

-¡Yo me voy!

Llueve hasta la Plaza. Al taxista no parece hacerle gracia que le moje los asientos.

-Buenas noches
Tampoco quiere hablar más que para decir que son sieteconcincuenta.

-Aquí tiene, espere que tengo los cincuenta...

Doscincuenta de vuelta, Idiota entiende... se quiere ir.

-Y por media hora, pagamos los dos...

El llavero cae al suelo delante del portal. Las luces del taxi pasan a su lado, mientras espera el ascensor. Tres pisos, de nuevo las llaves, la luz del recibidor. Con rapidez se dirige al baño. Después de diez minutos, aún está sentado. Con los calzoncillos en los tobillos y la cabeza entre las manos, espera un rato a que se le pase.

-¡Mierda!

Se va hacia la cama, se tira sobre ella. Diez minutos más, veinte. Se despierta, sigue girando sobre su cerebro.

-¡Mierda!

Tiene ganas de llorar. Tiene náuseas. Se traga un ibuprofeno. Se desnuda, busca las sábanas.

-Mierda...

Diez, veinte, treinta minutos más. Se cierra la puerta de la entrada. Trece, la cocina, el baño. Se tropiezan.
-¿Mejor?
Un minuto para enjuagarse.
-Sí, ¿te apetece un colacao?

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