You know...

Siete días después de seis meses de la muerte de Paul, aún pululaban las dudas... Sobre el misterio que le había rodeado en vida, se hablaba, pero sobre el de su asesinato -todo el mundo lo daba por hecho-, se susurraba.
La autopsia había sido especialmente desagradable. El gobernador se había empeñado en estar presente, y eso, hasta para el forense, era demasiado. Pero, ¿quién le negaba tal privilegio a Franco? esperó fuera. Cuando salió de la sala, la mirada interrogatoria del sacerdote no logró adivinar ningún pensamiento del padre. No se atrevió a preguntar.
-He sabido que mi hijo era maricón
Y continuaron camino arriba, hacia los Jardines de Salvar. Hacía un calor infernal fuera. Así que las sombras de la vegetación, sobre todo, del increíble robledal, les eran muy agradecidas. El paseo fue tranquilo, primero a caballo, luego a pie, para regresar otra vez a lomos de aquellos que habían empujado a Trolle con el cadáver de su hijo. Escogidos por él, por supuesto, para esta ocasión. Apenas se intercambiaron palabras, las imprescindibles. Otro día sería.
-Pero, ¿qué salmones?
-Algo pequeños, lo sé
-Ya veo
-No sé, el río estaba raro y decidí no esperar más
Layla mira a su esposo. ¿Qué de raro tendría el río para que Bob tuviese esa mirada? En fín, podremos aprovecharlos, con una buena ensalada, unas patatas doraditas y la guarnición de frutas que tenía preparada para el asado.
-Naia y Kla han tenido visita
-¿Y eso?
-La sacerdotisa
-No debería
-Ya, pero Naia, ya sabes
-Sí, supongo que la hermana...
-No supongas nada, a la hermana le encantan las visitas
-Lo sé, lo sé
Son cerca de las nueve, afuera aún luce el sol, aunque ya se ve a la luna. Es un cielo increíble. El conrado lo está observando desde uno de los balcones, cuando Mildred grita desde la plazoleta.
-Ei!
-Jaja, ¿Qué tienes?
-¿Invitais a cenar?
-¡Cómo no!, si estás dispuesta a disfrutar de los más diminutos salmones que he pescado en mi vida.
-¿Tan mal ha ido?
-Andan las aguas nerviosas
-Serían por lo del ciudadano
-No sé, pero no me apeteció quedarme más y me vine con una poca ruina...
-Bueno, entonces ¿puedo entrar? -sonriendo- Aunque sólo sea para olfatear
-Puedes, puedes
Llegaron al mismo tiempo a la cocina. Se sentaron en frente uno del otro, mirando de reojo cómo Layla removía el guiso.
-¿Qué te cuentas?
-Poco y nada, pero aún así necesitaba veros
-¿Sí? -la esposa
-El leñador está ocupado
-Lo hemos visto
-Y los caminos que llevan a las Cuatrovoces apenas se pueden transitar
-Ya
-Frey ha venido alguna que otra vez a mi casa lleno de arañazos
-Claro, no había caído -preocupado- ¿y cómo le va?
-Como siempre, supongo. Paseando por todo Alkaian, a su antojo.
-Así es él -pensativa- Entonces, ¿habeis quedado...?
-En bajar mañana muy temprano a limpiarlos un poco
-Así que mañana cenaremos con la merienda
-Y mejores salmones, ¡espero!
-Jaja -los tres
Despacio se cuentan los cuentos, así duran más. Incluso los que esconden miedos y tragedias. Lento van las vidas que se inventan en el rincón de mi mente. Más lento, si pongo cuidado en no repetir, ni repetirme. A veces, pienso, que no sé si hoy saldrán por la superficie o por otro lugar. De mañana, pronto, tengo sueño, y de noche, tarde, también. En el clack de mis dedos al tropezar, se resuelve la impaciencia del que no entiende a dónde llegar. Jugar a intentar, mezclar, rellenar. Sonreirse conjugando al paladar de los yo-es. De cada uno de ellos. De los que trabajan, de los que no, de los que desean, de los que de ninguna manera. Tú sabes, ¿sabes cuánto cuesta esperar?
Lo mismo que crecer, menos rápido que envejecer.

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