El baño


Si la quise alguna vez, ya lo olvidé. Tengo la sensación de haber firmado un contrato con el purgatorio. Mientras el mundo mastica ideas, mi cabeza está revuelta. No puedo ver perversión en tu cuerpo ni en el mío y, no sé mentir.
Una tras otra vez, me escondí. Los cigarrillos me queman las pestañas, mojan las córneas. Estériles procreo todos los días, hijos invisibles. No confundas la ternura de mis ojos con tristeza. Es tristeza que se empequeñeció en su rincón. Ella y yo intercambiamos un morboso silencio.

Siento náuseas con cada bofetón de aliento humano y tu mirada sigue perdida. Hay muchas sillas, algunas vacías, las más llenas. Algunos muchachos se olvidan de las muchachas, otros de los muchachos, también. No me veo en el espejo, los orines inundan el suelo.

-Manu no te muevas.
-Mamm-má

Yo no defiendo a unos ni a otros pero, en medio del mar, herido, sólo pienso en tiburones hambrientos. Entre los hombres estás tú, entre las mujeres también.

-¡Manu! ¡Me estás empapando! -enfadada

Cuando los cordones son demasiado largos, rodeo mis tobillos con ellos. Al mismo tiempo, mi cabeza sobre el suelo, fuerte en la piedra, sentada en ella. Tiemblan mi estómago, mi vientre y... mi estómago. Ella deja ver su sujetador a través de la blusa. Mamá tiene unos pezones sonrosados, demasiado grandes.

-Cuidado con el jabón en los ojos, ¿está fría el agua?
-Sssí
-¿Quema?

Sonrío mientras me hablo de como la vida es el tálamo de un muerto que alarga su piel hacia la fugaz satisfacción de la tierra. Que el tálamo es la cuna compartida de dicha y deshonra. Que la satisfacción es la muerte que alimenta a no sabes qué. Y grito:

-(¡Carnívora! ¡Cuervo negro de libertad!)
-Manu atiende, que luego yo no puedo levantarte

Yo no podré quejarme cuando broten hormigas de los exvotos que se dejan nacer entre las crías de la hiel. Pienso:

-(Inútiles masculinos de cueros vacíos. Pobres condenadas semillas, que no procrean, que segregan cera funeraria)
-¡Mira que eres! Paula no está. Si no quieres que llame al cuidador tienes que poner de tu parte

Y mientras me miro en un cristal. Aire sediento, sombra estremecida, fuego impaciente. Después de medianoche sonríen aún las luciérnagas, respiran tranquilas. Suspiran luces blandas que no se dejan tocar. Aspiran el frío de la mañana que está por nacer. La humedad.

-¡Vale! ¡Me voy a la cocina! Tengo demasiadas cosas que hacer...
-¡Mamamm- má!
-Cuando estés me avisas
-¡Mamm-má!

Imaginé montañas de estiércol, tripas de corderos despiezados, murallas de verdes ramas, flores que se abrían, que disimulaban las miserias de tu alma y la mía. Mudas sábanas borraban mi piel. Duermevelas de metal ardiente en el dedal de tu costura. Te imaginé a tí.

-¿Me vas a dejar?
-Ssí-sí
-¿Qué toalla prefieres?, ¿la azul?

Asintiendo.

-!Cómo has dejado el baño!

¿Te ofendí? Transeúnte de mis calles, quiero irme. No quiero sentir como se arrastran tras mi rastro seniles movimientos. Siento pereza. Labios que acariciais mi sombra, sentenciados al abismo del desorden en el exilio del espejo. Huiré como los naúfragos de la muerte, arropado en la soledad. Esperaré a que expiren las extrañas músicas de la espiral y, me condenaré a solidificarme en la penumbra de las oraciones de mi almohada.

-Espera... aquí, aquí -acercando la silla

Si dormidas las cunas, ¡qué importa encontrar piedras de hielo en la aurora! ¡qué importa pasear en jardines de brumas! Pues, no veré el duelo del sol con las criaturas de carne viva. Me quedaré quieto en mi colchón. ¿Rezaste mamá?

Piel castrada, ¿de qué te extrañas? Si te mareas en las cocinas, si engordas aire, si vomitas tierra. Espíritu de siesta en sal

-¿Te traigo otro cojín?
-Nnno
-¡Ya de mañana!

que rectas con los dientes del tejón, bábame entero, antes de fumigar con vaticinios desesperados. Pensamientos agotados de las abatidas plumas de almasluna que besais mi reflejo, partirme en mil. Premeditados preludios, minas de mistral que dibujan garabatos sobre las uñas de mis pies, envenenadme.

-Doctor está imposible
-Désela entera -Juan

¿Avanzo? ¿Camino? Cuando el luto palidezca sobre mi sien, camuflada en mi pelo, alimentando al tormento de algodón, me dejaré llevar. Desvelaré a mis sueños, los guardaré en un cajón y, edificaré un oasis de helio en la isla donde alguien construyó mi cementerio.

Ella ríe. Me mira resentida:-¿Vas a comer?
-Poo-llo
-Hay judías
-Poo-ll-llo

Hoy creo que, no quiero más mi compañía. Ella tampoco. ¿No podría olvidarme de vez en cuando de mí mismo? ¿Y ella? No recordar la forma de mis huesos. ¿Aún me odias, mamá?

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