Lí y Lì

En el dormitorio real, además de la reina y el recién nacido, se hallaban , la sacerdotisa y su hermano , también sacerdote.

Lí tenía los ojos negros igual que el cabello, su hermano tenía los ojos más claros, del color de la miel y el pelo cobrizo como la alfombra de hojarasca de castaños que cubre a la aldea en otoño. Ambos tenían la tez blanca, tan pálida era Lí que si mirabas su rostro, podías reflejarte en ella. Ambos habían nacido el mismo día, de la misma madre. Eran menudos y hermosos y tan distintos en carácter como lo eran sus facultades.

Lì era tímido, correcto siempre, Lí era coqueta y espontánea hasta olvidarse allí donde se encontraba, de las formas y etiqueta.

Los dos muchachos sonreían mirando la carita del bebé. Entonces la madre se incorporó sobre los cojines para que se lo entregaran. Pudiera resultar extraño para los que no conocen las supersticiones de aquellas gentes, pero nadie comentó el nacimiento, ni siquiera al rey.


Así estaba escrito en la memoria de ancianos y jóvenes, nadie debía hablar del acontecimiento hasta que la nueva vida pudiese ver a su pueblo. Sólo la señal del fuego muerto hacía adivinar lo que había ocurrido. En el mismo momento de entrega del pequeño a la reina, Alkaian recibía el mandato por sus sacerdotes de apagar todo el fuego que estuviese despierto, chimeneas, fogones,... Así, los habitantes de aquel lugar, intuían el nacimiento del heredero.

2 comentarios:

Mi Cobijo dijo...

e co lume apagado non deducirían as expresións dos habitantes do reino sobor da idea de unha nova herdeira...

Nela dijo...

Ja,ja

O conto está a comenzar...Non sexas impaciente...

SPNB