Jazz

María sigue sin contestar. Dentro del armario están las medias, toditas revueltas. No se puede creer que tenga que ir a recoger a Gerardo. Después de todo las cosas fueron peor que mal. Pero en fin, todo sea por no perder la vez en el cielo.

Tras diez años, una minúscula discusión y la conclusión de que no se aguantaban. La batalla y su final se resolvieron en media hora. A barrer, a barrer bien debajo de la cama, que no quede nada.
Y Jazz mirando inquieto, sus ojitos amarillos asustados:

-¿Y quién se lo queda?
-Por supuesto, yo.

Paula coge al gato como si de un bebé se tratara (y en realidad lo era, su bebé al menos). Piensa: En el reparto me he quedado con la custodia del "niño".

Unas horas tardó en meter las cosas en esos enormes sacos de plástico negro, más tiempo en ordenarlo en el armario de su cuarto en casa de mamá. Y lo peor fue convencerla de que aquel montón de pelo blanco era imprescindible. Lo más importante.

-¡Sólo unos días!

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