Resguardarme entre tus manos (II)

-¿No respondes ?
-Es que...
-¡Qué distinto eres!-con desprecio-al menos, quieres que continúe, ¿no?
-Deberíamos hablar del hijo del Gobernador
-Pero, como no tengo nada que decir (al menos hoy), ¿querrás escuchar el final de la historia? Bueno el final, lo que siguió, que el final aún no ha sido...

Una salvaje presión se come el corazón. Me refugio en el humo de hombres de cal. Sólo quiero dejarme llevar. Ya no encuentro a nadie cuando miro a mi alrededor, entre tanta gente. Lentamente se oscurecen los dormitorios del yo solitario, la entrega es desesperada.

-Recién cumplidos los dieciocho años, pasados apenas unos días, su madre había convencido a su padre para ir a buscarla. Eran como las cinco de la tarde, cuando llegaron, y fueron servidos por su propia hija. El té era estupendo, y, Rosa, aunque delgada, había embellecido con el paso del tiempo. Su madre la abrazó nada más llegar, y esta, respondió cortesmente pero contenida:

"-¡Mi niña, mi hermosa!
-Mamá, ¿quieres un poco más de infusión? ¿estás cómoda?
-Sí, sí, ¡oh, mi niña bonita!
-Magdalena, mi esposa y yo estamos agradecidos (por muchas cosas), pero creemos que ya debe volver.
-Bien, la echaré de menos. Ha habido un gran cambio, y, nos ha sido muy útil. Espero que lo que lleva aprendido os sirva para endulzaros y haceros más fácil la vejez, que esta llega pronto.
-Esperemos antes de que esta llegue, nos dé muchas alegrías y, nietecillos, si puede ser -riendo sin disimulo"

Una pincelada de tragedia infantil en los hombros que me soportan hasta el amanecer. Deshonrado en el momento en que desnudo a mis pies. Y es que hasta ayer, pensaba, que la vida empezaba mañana.

-Nerea comenzó a preparar la maleta de la muchacha, cuando esta al entrar a su cuarto lo descubrió:
"-¿Qué haces?
-Recoger tus cosas, ¡te vas por fin!"
Los ojos se le envolvieron de infierno. Los puños se agitaron.
"-¡Déjalo!
Y echó a correr hacia el salón.
-Madre, te quiero, pero, ¡déjame quedarme!
-Pero, ¿no deseas volver con tus padres, con tus hermanos?
-Sí, os echo de menos, pero ¡mamá, por favor! -desesperada"

Magdalena no entendía a la muchacha. Era consciente, igual que el resto de la casa del abuso causado sobre ella. De cuánto había tenido que trabajar y por casi nada a cambio. Era más barata que la cabrona de Nerea:
"-Está bien, bien. Haremos una cosa. Vamos a darte unos días y, luego decidiremos.
-Bien, bien -conjuró el esposo, calmando a su mujer."

Hacia la noche, ocurrió lo que todas las noches. El hijo de Magdalena se acercó al cuarto de Rosa y la disfrutó, más aún, que las anteriores noches.

"-¡Vaya mierda! -desayunando
-¿Qué ocurre madre?
-La boba esa que no se quiere ir, y claro, ahora es mayor de edad, y sus padres ya no me van a pagar más por ella
-Pero, ¿no ha sido buena criada?
-Sí, pero desde que ella ha llegado, Nerea no hace nada. Y si tengo que elegir, me quedo con la vieja, claro.
-Y, ¿qué vas a hacer?
-No sé, ¿matarla? "
Entendiendo su hijo lo que pasaba, decidió desde aquel mismo día pasar las noches en cama ajena, aunque le dolía tener que pagar por ello. Magdalena le reñía, pero él seguía llegando de mañana, temprano, eso sí, para desayunar juntos.
Rosa que no entendía lo qué pasaba, se desesperaba. Pasaba las noches llorando. Incluso intentó sustituirle por un poco de sí misma, pero nada la tranquilizaba. Cada día la veían más desmejorada, más torpe, más perezosa.
"-Y eso sí que no..."
Magdalena mandó aviso a los padres. Les escribió con hipócrita preocupación, expresando no entender el cambio, qué tal vez sería que Rosa había cambiado de opinión y les echaba de menos. Los padres, respondieron pronto, irían a buscarla en un par de días.
Rosa lo supo y, su tristeza se convirtió en rabia. La penúltima noche lo esperó, pero no apareció. La última sin embargo, decidió ir a despedirla.
"-Rosa
-¿Dónde estás?
-Aquí, junto a tu almohada
-¿Qué buscas?
-A tí
-Ven, vente mi amor"
A la mañana siguiente Rosa recogió sus cosas, y, se fue, muy temprano, con sus padres. A la hora del desayuno, sin embargo, el joven hijo de Magdalena, no apareció.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estás aquí conmigo?

Nela dijo...

Cuando me lees...

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