Debajo de mis rodillas... el suelo

Se me ocurre que podría escribir dulce o desgarrar los sentimientos como lo hacía la Joplin. Pero en este final de siglo, entre la luz de la noche y las sombras del mediodía, solo pienso en la soledad que siembro. Esa compañía de las horas en las que no ocurre nada. En las que no se ama ni se odia. Es sábado, son las once de la mañana. Me ha costado ser puntual, tanto que no lo he conseguido. Juan ya estaba impaciente y, aunque no me ha reprochado nada, me he disculpado. Lógico. De camino me había encontrado a Luís, dentro de un rato nos veremos. Aunque sé que él no lo quisiera.

Hace frío. Llueve. Sobre todo me preocupa que no sé qué contar. Por eso de no sentir la incomodidad del silencio mientras andamos.
-¿Qué tal te va?
-Estoy trabajando mucho. No hago más que ir de un lado a otro.
-Me imagino. Al menos tú puedes.
-No debo quejarme. Pero a veces me gustaría parar un poco.
-Ya.
-¿Qué tal Luís?
-Iba para allá. Le veremos al llegar. No sé nada.
-Tengo que hablar con él.
-Podrás hoy. Me imagino. (Si él quiere)

Cerradas las puertas.

-¿Estáis esperando a Andrés?
-Al de la coordinadora
-(Sí)
-No lo entiendo.

Pensar rápido.
-Vamos a dejar una nota y mientras no llegan podríamos meternos en una cafetería.
-¿Viniste el otro día?
-Sí
-Mejor, así puedo desayunar.
-Vengo desde Ferrol.
Al tiempo en que nos servían unos cafés nos interrogamos unos a otros. El representante dijo, el del sindicato contó, alguien de algún partido político sin presencia pero presente, hombres visibles y alguna mujer.
-He llamado por teléfono pero ya había salido.
-Hola, lo siento. Se nos pasó avisarles que vendríamos.
-Vengo desde Ferrol.
-Ya lo sé y de veras lo siento. Ya podemos ir entrando. Bueno, si terminasteis el café...
-Cinco minutos.
-¿Y qué asociaciones?

Dos mujeres de momento. Ha llegado el de la Cruz Roja.

-Lo siento.

Yo también. Aquí entre las patas de la mesa sigo echándolas de menos. Venus persiguiendo a un adonis que no la ama. Llorando un cadáver que nunca se paró a mirarla. Vulcano. Mi rabia no sabe llorar.

Andrés, a mi lado, pregunta por Luís. Él está fuera no quiere verte. Malditas mujeres. Inútiles. Por cada cielo, un soldado. Castigo. Yo no quiero ser hombre. Se murmura que no se atreven a seguir, que prefieren coquetear con un modelo sumiso de vivir.

Ellos lo son todo. Ellas se lo creen.

2 comentarios:

coco dijo...

Bicos e apertas.

A Nena dijo...

Ja,ja,...Curioseando??

Gracias... "Moitos bicos", para tí también.

SPNB