Tengo dos dedos menos, desde que me cortaron el sexo, desde que me recetaron la nada. Abajo, hay un cuarto menudo, que no avanza, que exprime limones en los cajones vacíos de los nidos de las golondrinas que cagan en las espinas que tengo por vértebras que se entretejen en la ginebras que me limpian el pubis.
Detrás, el culo limpio de inocencias transferibles de aquello que se ama entre jodienda y merienda.
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