Cuáles son las fortunas que invaden mis segundos

y al rato, olvido.
Yo no podré quejarme
si no encontré lo que buscaba.
Se evapora el aroma del beso,
que se desinfla en el sello del recuerdo.
Pero me iré al primer paisaje de humedades y latidos que serenar
a mi soledad. A la frialdad sonora
del que no llora compañía por no perderse
a sí mismo
en el instante en que las cuerdas
despliegan su nudo.
Tal vez las orillas se olviden un día
de chupar las espumas
                                                   que el océano saliva
sobre la piel del acantilado.
Si eso ocurriese
                  no quiero estar
                             junto a su consuelo.
QUISIERA SER ENTERRADA en la arena,
ser el pozo que se tragase las mareas,
guardarlas y multiplicarlas
y devolverlas como el fuego de un volcán,
para entender que lo que busco tendrá su blanco de alegría
habrá que burlar al comendador que vigila los cadáveres
de los que luchan a los órdenes de los demás.
Hierve el café en la taza de cristal,
mientras escucho mirando a la losa:
Cuando yo vuele mezclada
con el amor y las arenas
no estaré abrazada a ti.

No hay comentarios: