del cuarto de las rosas.

Que se vaya. ¡Vete!

IMAGINÉ montañas de estiércol, tripas de corazón amargo, murallas
de verdes ramas, flores que se abrían, que se escondía huecos de tiempo
de tu alma y la mía.
Mudas sábanas que borraban tu piel.
Duermevelas de metal ahogado
en el dedal de tu costura.
Imaginé que al despertarme se guardarían bajo las cortinas de la luna
para subsistir a las sonámbulas quimeras y, se perderían para siempre
cerca de las piedras sin jugo y los insectos vacíos,
donde hay tinieblas que no consuelan, que no amamantan.
No me gustó.
No quisiera ser madre.
Perdona porvenir, diablo muerto de sed.
Me he escondido.
¿Qué olvidaste?
¿Te ofendí?                                                                                                                        No recuerdo.
Transeúnte de mis calles, no te vayas.
Dame sueños. Otros sueños.
No quiero sentir como se arrastran tras mi rastro seniles indolentes,
como arrancan una flor nacida de aquel humilde estiércol, de una voz
cuando no dibuja jazmines.
¡Ay, matrona!
No me cuentes que va a parir un niño ideas sin edad. Que podría mirarme
y anarquizar mi castidad.
Siento pereza.
Labios que acariciáis mi sombra, sentenciados si abismo
del desorden en el exilio del espejo.
Leyes agotadas de las abatidas plumas de las almasluna
que besáis el reflejo.
Huiré como los náufragos de la muerte,
arropada en la soledad.
Esperaré
a que expiren las extrañas músicas

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