Tatoos

Aparece hacia las tres de la mañana, envuelto en tatus de colores y en sus vaqueros, en medio de todo.  Se presenta - sorprendentemente - con conversación amable y paciente a mis respuestas -si no fuera por la coca-, un fueradeguión.

Sucede que a veces crees que lo has encontrado pero él no te encuentra a tí. Ves significados en tu alrededor que tal vez no existan, pero a tí te valen, y se convierten en parte de tus decisiones. Porque sí, porque si ese dios existiera, si lo fueran las energías, porque tal vez haya algo después de la muerte o, al mismo tiempo que la vida...

Y en cualquiera de las alternativas detectas pequeños susurros que te-invitan-a. Como si en los dictados del horóscopo del periódico jugasen contenidos más allá del ser y el estar

Luego, ensaliva cortesmente afirmaciones sobre su trabajo, hace un giro y me lleva a la banda sonora. No, ¿la canción?, no sé quiénes son -aunque...-,  mi amiga sí.  Entonces, os envolvéis en una canción a dúo, mientras os alejáis de mí y me dejáis aquí, junto a la barra. Ambos, enzarzados entre elsímismo y aquelquetengoenfrente.

Veo cómo desde la cabina se va acercando Pablo  y me increpa que qué es lo que estoy haciendo. Nada, ¿no se ve? Me pierdo en silabarios de poco poder hipnótico y despejo aún más mis dudas sobre si hoy habrá sexo. No

Reculan los sentidos y ya cantamos cuatro, claro que cada uno su estribillo. La guitarra con el batería, el bajo  con la teclados. El batería con la teclados,  el bajo con un sampler y, mientras la guitarra, en la copa.

Envejezco danzando en actuaciones de corte y pega, ¡vaya por dios!

Elena responde en saltitos a mis miradas de talvezmeinterese, se disculpa y redirige torpemente sus notas. Me divierto. Pablo se come las uñas intentando entrar en la competición. Y no sé como: Poe.

No era suficiente con que platicáramos sin evidentes intercambios guturales virtuados por la expectativa de tener sexo

Y vindica la fonética británica con un loftcreift*. Y de todos los cuentos, ése, y de todos los poemas, aquel. Conocedores de algunas de nuestras perversiones, no correspondemos al Baudelaire de Elena. Y entonces, dentro de mis pronósticos, se alejan. De  nuevo, encadenados en monólogos mutuos y deseos compartidos.

Y Pablo hace un bis para recuperar mi atención y se reprime las ganas de escupirme.  Y los miro, y protesto en alto, ¿qué están haciendo? Entonces, en el momento de tirar de Elena para irnos:

-¿Sabes cuánto tiempo llevo esperando un beso tuyo?
-Sí

Claro, exactamente veinticuatro años. Desde que subí a ver la colección de cómics, que ya te enorgullecía y que todavía no se te había comido

Con la mirada de un suicida, Pablo sigue exigiéndome lo que nunca fue suyo y, yo no dejo de responder que lo sé. Y justo antes de retirarme de aquella nueva danza -embebida en la situación del mimisma-, levanto la cabeza, le miro sin verle y le beso.

Y ya está, ya lo sabes, ya no tienes que esperar más

Al tiempo que le dibujo el perfil de mi espalda agarrada a la de Elena. Y mi amiga intenta explicarme que ha sido imprudente.

Tengo que coger un taxi, se me ha hecho tarde... para los dos, o los tres, quién sabe

*Lovecraft