Morderte el alma

Ya no encuentro compañero que grite cuando yo lo haga. Que tiemble en mi temblor. Bastardas, como yo, borrachas de la dictadura de los sueños de otros. En la carne de la sangre que las quemaduras de la insatisfacción borró. Viejos jovenes interrumpidos en el aquí. Temerosos, se consumen momentos en sí mismos. Muchas poetisas sin versos se deshacen sin eco.
-¿Qué cuentas?
Verija de ñapanga, jácara del mabuya, aullido de la ñaña. Socaire de cordura, anatema a la blanca. Zigzag de la armonía, aromas de indecencia que derrochan energías en queridos de ruletas, sorteos para perdidas. Curare de noctámbulos por pilchas de azabache. Duermevela encantado por ninfas de Sade, autómatas de sado.
-¿Qué hablas?
La soledad, el pantano. Su agua, espíritu sereno. Su alma, fango. ¡Anhelo de nenúfares! Yo, mi soledad. Tú, tú. Yo. Nadie. Tú, mi soledad. ¡Anhelo de nenúfares! Ya no quedan en el lago ranas, ya no hay pozo sin lodo, ya no cosquillean mis entrañas.
-¿ Qué quieres?

Morderte el alma, acariciarte el cuerpo.
-De las miserias, ¿quién duda?
Erial dorado, girasol múrice. Gleba del estro. Malecón dañado por mí. Por mí, marfuz gineceo. Erial dorado, girasol múrice. Vigilia de estro.
Muertas las estrellas, yertas y escondidas bajo las cortinas, su mirada pasea. Castañas de sombrías gracias de perdidas. Prismas que veneran, tras la galantería, versos de otra poesía. Arrogante, pelea la castidad cautiva. Cautivada cortesía de lujuria, ceda a invisibles dedos del honor que no poseo.
-¿Qué impide que pintarrajee como tú lo haces?
-Es arte
Es la respuesta sonora del azar, de las sinergias de una autora que aún está por construir.

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