En casa


Justo cuando me venía para Verea, me entero que Paula se estrelló con el coche. Juan no me coge, no sé a lo mejor quiere acompañarme al funeral. Es raro, pero me apetece ir, y qué mejor excusa...

-¿Sí?

-Tengo una perdida
-Sí, estoy conduciendo -conectando el manos libres- Te llamé por si vendrías conmigo a un funeral...
-¿Un funeral?

-Sí, de una conocida, no era amiga, pero...
-¿Dónde?
-En Santiago, mañana a las cinco, en el Pilar.
-¿Dónde?
-En la de la Alameda
-Bueno

Sería tan estupendo que después se quedase conmigo a un café. Y genial, si se quedase más. A veces me pregunto si no estoy perdiendo el tiempo. Con cuarenta casi, esperando que ocurra algo. ¡Dios qué mal nos ha hecho Hollywood!

-¿Y qué tal?
-Bien, voy a casa de mis padres, comida familiar
-Ya
-¿Y tú?
-En casa, sin novedad
-¿Y el trabajo?
-Como siempre, mucho... Y, ¿por quién es el funeral?
-De Paula
-¿Paula?
-Sí, se mató con el coche
-(¡Joder! )
-¿La conocías?

¡Hostia, qué igual me he equivocado! ¡Mierda va a ser mala idea!

-No te preocupes, te acompaño.

Huele a tierra. Tormenta de verano. ¡Maravilloso!

-¡Papá!
-No grites, está con las ovejas
-Hola, mamá -besándola
-Tienes cara de cansada y adelgazaste
-¡Qué iba a adelgazar!
-¡Tú, no comes!
-¡Qué no! (cómo echaba de menos esto) -respirando- ¿Está en el prado?
-Sí, pero ahora es tarde, ya estará viniendo hacia aquí
-¡Ei, ei, Lúa!
-Ves, ahí viene
Verle llegar, acompañado de la perra, con su bastón tallado de cualquier manera, el andar pausado, el pitillo entre los labios.

-¡Ay, cuando dejarás el tabaco!
-Lorena, abre la puerta del corral

Mientras la perra se me echa encima alterada, mi padre me sonríe, y apura al rebaño.

-¡Está la cena!
-Hay tortilla de patatas
-Bien, bien

Sigue sonriendo, mientras le abrazo.

-Las guardas tú, mientras yo voy a ducharme, que estoy hecho un cerdo
-Sí
-Pero, aún no subiste las cosas...
-Sin prisa, papá

El olor. El olor de la cocina, del aceite. El color. El color de la tortilla, el sabor de las patatas. La mesa puesta, la silla hacia el telediario, el vino en la jarra.

-No sé si estará picado
-¿Tú crees?
Lorena!
-¡Mamá!
-¡Qué mamá, ni qué demonios!
-Sólo lo está probando.

La perra danzando a mi alrededor.

-¡Lúa!
-¡Déjala!
-¡Estamos comiendo!

Danza porque ya no soy de casa. Porque vengo de vez en cuando, porque sobre mi cama hay ropa para planchar. Me huele, igual que yo les huelo a ellos, para robarme, para robarles. Un poco de mí, un poco de ellos. Y si se puede, y sin permiso, guardarlo, en un tarro de perfumes. Lleno con vinagres de vino picado, aromas de lana recién esquilada, sábanas húmedas de inviernos que se alargan hasta el verano.

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