Naia y Kla

Ni las bestias naturales diseñan tantos relieves como las culturas de los hombres. Etnias seducidas de sí mismas. Tantas maneras para decir lo mismo. Lo que destruyó a Babilonia de todos es sabido, no fue su ambición, fue la desconfianza.
-Buenos días
-Buenos días -ruborizada

Señora, si renaciese, volvería a ser la misma. Sí, lo serías, o, ¿no ves en tus hermanas la misma insatisfacción que un día te asesinó? Coqueterías que enroscan a la serpiente en su propia danza. Bastante tengo con soportarme, para que además, ellos sobrerrazonen mis reflexiones. Adivino nostalgias de grandeza en cada una de las almas que se deslizan delante de mi sombra. Perfil procreador de lo ilícito. Pincel del crimen. En el supuesto de que un día te fijases en mí, haz tus trazos fuertes. Nunca he sido inocente.

-Hay chocolate caliente
-Preferiría un té
-También lo hay y café, si quieres -sonriendo
-Un té gracias
-Deberías probar la fruta, en esta zona las manzanas son exquisitas
-El bizcocho tiene muy buena pinta, ¿lo ha hecho usted?

Si le das la vuelta a la esfera, prometen recompensas. No dispares al que te posee, morirás con él. La sabiduría del que habla se reduce a eso, a escupir fonemas estructurados. A dar la lata, con lo que un día se dijo. Hábitos.

-Es de nueces -serio- Prefiriría que me tuteases. Mi nombre es Naia.
-Yo soy -ruborizada de nuevo- Capreol me indicó este lugar, ust-tú eres el leñador, ¿no?
-Jaja, aquí hace siglos que no hay un leñador.
-Ah
-Pero como de vez en cuando reorganizo el bosque, recortando algunas ramas y limpiando la maleza, me llaman así, el leñador.
-Pero, ¿conoce Alkaian? -confundida- y, ¿podría llevarme allí?
-Sí, en cuatro días, te llevaré sin problema, pero primero debo hacer algunas cosas. En esos días estaré de vuelta y preparado para acompañarte.

Debería gratificarte por haber aguantado. ¿Te lo doy ahora, o esperas unos días? En cualquier caso, las cosas no han cambiado. Siguen en su sitio, donde nunca debieron estar. Tú detrás de la línea. Yo detrás de la tuya. Yo muriéndome aquí. Tú muriendo por venir.
-De todos modos hasta esta noche no saldré
Se reservan anécdotas a los pasajeros de una y otra orilla. Seres de un mundo perfecto, dormidos en el soma que recetan los hijos: ¿querríais escucharlas con la piedad que pide para sí el amante? En caso de que así no fuese, realmente me alegro, sobre el suelo de cartón del viejo continente se relatan demasiadas historias.
-El bizcocho está muy bueno
-Gracias, después si te apetece podemos dar un paseo, aquí hay lugares realmente hermosos
Sacrificados los animales, se amontonan en el supermercado, algo así deleita al vegetariano subversivo, pero no basta cuando se trata de mujeres y hombres. Sujetos están los árboles al aire, enmarañados en la pesadumbre de los que gozan con la soledad de los agraciados con el Norte.
Recrearse en ella, delante de la humanidad, es como contar los cromos en el patio del colegio. Juntarlos y volverlos a contar. Excéntrico carcelero del indígena, espantapájaros de papel y metal. Corren buenos tiempos para el corsario.
-El agua del río es espléndida, es maravilloso gozarla
-Está muy buena
-Si quieres bañarte...
-¿Aquí?, ¿yo?
-Jaja, puedo ir subiendo a hacer la comida, mientras tú te das un chapuzón.
Cierran las puertas los audaces banqueros, las abren, la guerrilla. Estorban los cachorros en las calles. No transigen la pobreza y la impaciencia. Corren tras el criollo. Vergüenzas que claudican ante la ironía de la incapacidad de avanzar sobre el asfalto repartido entre las montañas de los diminutos pueblos donde vivieron los progenitores.
Trapos cuelgan de los tejados del organigrama de lo eximio, catalizadores homicidas de la fraternidad. Jactanciosas burocracias, representantes al servicio de la autoridad de la autoridad. No, no es poesía. Sonreir en el acento del extranjero. Burlar la libertad. Delinear coordenadas de esclavitud.
-¿A qué está buena?
-¿Eh? -sorprendida se cubre, con las manos, parte de sus pechos
-La comida ya está, si quieres puedo bajarla hasta aquí
-Debería ayudarte
-No te preocupes, y, siento haberte asustado
Lí apuró a salir del río y vestirse. Aún mojada, se humedecieron algo sus ropas, que no se secaban al calor de los rayos que atravesaban las ramas, en la orilla.
-Maldita sea.
De repente escuchó unas voces, una de ellas era la de Naia. La otra, parecía la de una mujer.
-Hola de nuevo
-Hola -mirando a la acompañante
-Ella es Kla, mi hermana -sonriendo
-Hola Lí -y la abrazó
Sentía el aire frío, sus caricias la halagaban. Tenía la tierra miedo de aquella que la alentaba. La abrasaba su aroma, añorar el de él, la ahogaba. Se perdía helada, se dolía callada.
-El conmigo, tú sin mí, yo contigo -susurró a las mariposas.

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