Batalla de gallos


A los veintitantos, una profesora, que, dicho sea de paso, tenía fama de no estar bien de la azotea, me obligó a leer probablemente una de las bibliografías más denostadas y, al mismo tiempo, más interesantes de toda mi vida de universitaria. Entre otros, un viejo libro de antropología, que hablaba tanto de los pueblos considerados (por el autor) malditos (de España) como de las infinitas formas de sexualidad humana (más allá de la finita experiencia animal).


Creo que lo fotocopié, imposible su compra (editorial inexistente), así que algún día lo recuperaré de entre mis trastos. Pero mientras tanto, me quedo con los recuerdos secuestrados que aún conserva mi mala memoria.


En uno de los apartados leí algo sobre un ritual de un grupo, creo que de indígenas canadienses, que se desafiaban en rimas. Me vinieron a la mente las regueifas de mi tierra, también disputas populares acomodadas en versos. Hace unos meses a Idiota se le ocurrió que el Hip Hop era una buena metáfora de la vida. La conversación-discusión-canción (sin armonía) entre Trece e Idiota fue la siguiente:

-He decidido escribir algo
-Ahá
-Se va a titular La soberbia de los Idiotas
-Gracias por lo que me toca
-De nada
-¿Y de qué va la balada?
-De Trece y de Idiota
-Ya

Trece días después, Idiota planteó lo siguiente:

-He decidido escribir algo
-Vaya apuesta
-Se va a titular Hip Hop, my little queen
-Ay, ¿sí?
-Sí
-¿Y de qué va esta?
-Podría contestar que de Trece y de Idiota
-¿Pero?
-Prefiero otra
-¿Otra?
-Otra respuesta:

"Trece, soy la soberbia de la queja continua del porquémetocóamí. La oración del imprescindible, del solícito para que se me conceda un deseo, al mismo tiempo, que se le quita al otro. Otro que a continuación, se quejará de porquéletocóaél, y que rezará a su vez un deseo que, como consecuencia, se le niega al tercero...

Idiota, soy la soberbia del que tiene razón (y yo no me atrevo a quitártela que me comes), del que gana autoestima exigiendo premios dinamitados desde Suecia, Bollywood o Asturias. Porque no es que quiera ser buena médica, cantante, fontanero o santo (oficio, este último, donde los haya, indiscutiblemente necesario). No es tampoco, que desee plantar un árbol, tener un hijo o escribir un libro...

Lo que realmente deseo es ser un MC (maestro de ceremonias), alguien supremo que levanta la voz para que le escuchen su verdad, talentoso para las réplicas y sobre todo, con público."

-¿Mis fans son idiotas?
-¡Por supuesto!
-Menos mal


Y todo esto, ¿a qué viene? A que ayer recordé cuando, un viejo y solitario de cuarentaytantos me explicaba, entre copas y música, que ya había conseguido todo lo que se había propuesto. (En lo que incluía dinero y reconocimiento). Y desarrollaba argumentosbloqueo sobre sus nuevos proyectos personales, subvencionables en virtud de la herida social emparejada. Entiéndase, en virtud de la cultura, mujer, juventud, discapacidad... o cualquier otra opción bien colocada (económicamente hablando) en el fondo social europeo. Por descontado, I+D+I, en consonancia con los tiempos.
Mientras yo intentaba (con torpeza inhabitual en mí), explicarle que lo que me estaba contando ni era tan original, ni tan fantástico. A la vez que mi frustración aumentaba y expulsaba sentimientos conocidos de vanidad. Mi puntito de soberbia y el suyo, ladraban sin compás.
Una mala regueifa, pienso hoy, una batalla de gallos en donde ninguno se llevó los dados. Aunque, él aprovechó para pedirme el e-mail.

-Y...
-¿Sí?
-¿My little queen?
-Bueno, sobre eso... Mejor te lo rapeo otro día

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