Y él perdió... Asesinado en su propia tragedia... Y quizás... en el retorcer de sus libertades en suelo ajeno. ¿Y yo?
En el devenir del los huecos estúpidos que deja el tiempo, ese en el que el sol ahoga, lo mismo que la lluvia. ¿Qué es mejor apurar los pasos al ritmo del joven difunto de Mozart o ralentizarlos en la huella opioide?
Hay quien en secreto se esconde y también quien se expone en el abismo del continuum manifiesto del si misma erga omnes. Me quedan algunos dientes en el bolsillo y me falta calcio en la boca, para contrarrestar la carrera en la avenida de esta ciudad propia.
Estoy cansada de estar, pero no me quiero ir. No antes de ordenar la cocina y hacer mi cama.
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