Después de ti

-Dime algún día tú y yo podríamos pensar...

-Jaja, no sigas

Dolida y rabiosa le da una palmada en el hombro.

-¡Niña!
-Sólo pretendía
-Hacer realidad algo que no lo es

Más rabiosa se lanza hacia la puerta dispuesta a dar un portazo y no volver más. Pero qué puede hacer sino avergonzarse de su inutilidad para deshacerse de los sentimientos propios. Pózimas miles, pero ni la más arriesgada le ha resultado. Rendida recorre los pasillos del centro penitenciario hasta su celda. Los tobillos que parecen crebarse, las rodillas encogerse y las uñas cuchillas que se clavan hacia dentro.

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