Resbalan mierdas en mil cien sumideros,

sombras de acibarados orgasmos,
holgan tras frígidos pubis,
deslizante vello adicto al tedio del duelo original,
señuelos inútiles hartos de sed
en desiertos que supuran caridad.

 Abrasadas como lengua en el café,
callan sus obscenos yugos -por no amar-,
afligidos, lloran los labios señeros
en camas mojadas de sales cremosas.
 Pasivos ante el cortejo del deseo.

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