Mirarte.

Descoser cada uno de is órganos.
Abrirme.
Regresar la mirada.
                  Devolver secretos.
Cubrirme.
Y mirarte de nuevo,
pero esta vez
desde dentro
y para mi interior.
Sortear los enjambres, para no pertenecer. Para perder identidad.
Ganar lo que está detrás. Más allá. Mucho más lejos.
O perder todo.
Sentarse en los escalones que sacrifican acciones, que derriten intenciones. Salvaguardarse de la perezosa pobreza de tesoros inventados para mejor llevarse a mí misma.
Todo. Por todo.
O por nada. Que es lo mismo.
Dejarse inundar de algodones reales o imaginarios.
Sentirse dormida, soñada
y amor al fin sin alba. Amor. Amor invisible.

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