Labios

-Hola
-¡Dios!

Amargo comenzó a reir, mientras Lí se subió las bragas y echó a correr.
!

Siguió gritando, aún cuando ya no la veía. Atravesó la puerta sin ver a su hermano. Se despegó de sus ropas con el mismo sentimiento de asco y rabia que cuando se cambia el pañal de un adulto. Respiró el hedor de las entrañas de su cuerpo.

El agua de la ducha salía tan caliente que para no quemarse se echó para atrás, resbalando sobre su culo. El ruído debió ser considerable.

-¿Lí?
-¿Qué? -con rabia
-¿Necesitas...?
-¡Nada!

Mientras arden las pasiones, se fatigan los pensamientos y las lágrimas se mezclan con el jabón: Tengo la edad suficiente como para comprender que mañana tal vez siga sin descubrir nada nuevo, tal vez me llegue con recordar lo que dura un minuto.


Sesenta segundos como sesenta caras de un diamante perdido en medio del carbón. Seleccionados para elevarse en sí mismos, para auparme aunque sea para volver a caer. Detrás de mi nombre estoy yo, delante, no. Tal vez por eso, en el espejo mi reflejo ya no lo siento mío. No es que no me reconozca, que podría ser, es que no lo soy.




Si pierdo el tiempo leyéndome, me pienso condenada en nada. Puedo aprender a beber buen vino, pero no a seleccionar la uva, pisarla, almacenarla en barricas con la humedad adecuada, embotellarla y guardarla de nuevo y, esperar para que de todo ello salga no ya un reserva, sino un simple vinagre.

-Linda
-¿Sí?
-Mañana quiero bajar a la aldea
-Bueno
-No te olvides

Se puede pensar que se es único, incluso que se es diferente, pero no se lo puede creer. Es difícil no sentir curiosidad por el que dicta al yo las reflexiones que llevan a las palabras a danzar en monólogos, diálogos, triángulos... coordenadas de compás también dictado. ¿Quién no se ha guardado para sí algún diálogo consigo mismo y con el otro, y con el que dicta al otro? ¿Quién no se ha respondido, a sí mismo, al otro, al que dicta al otro?

¿Quién no ha esperado algo que es esperado?

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