Al fondo, a la derecha... mi calabozo

Me gustaría hablar de tus ojos, pero no puedo. Me sentiría ridículo si lo hiciese. Escribir sobre el cielo, mientras en el suelo se me comen las entrañas, las canciones de aquellos que balbucean gritos de esperanza con las armas. Supongo que es ridículo utilizar la poesía para madrugar en los desiertos de los que no creen en nada. En muy poco.
Se me ocurre que podría hablar de tu compañía, pero no quiero. Me despreciaría si no me recordase finito. Escribir sobre un dios, mientras en el alma me hieren las palabras de los hombres, de las mujeres. Supongo que es ridículo acercar la poesía a los pensamientos del siglo, donde los que sienten se sumergen en paranoicos sueños.
Se me ocurren tantas cosas estúpidas para dibujar, que embriagarían las unas a las otras. También podría no rimar, pero eso no me haría más feliz. O tal vez hacerlo, pero eso me aburriría. Calculo una eternidad, para deshacer las mentiras. Calculo un segundo, para convertirlas en verdad. Si me borras de tus páginas, no se pierde nada. Si me condenas al silencio, no me encontraré el alma. Pero después de todo, ¿cuánto podría valer?
No más que la memoria de los niños. No más que el olor del aire. Si se enfrían los sentidos, si se esconden detrás de las ansiedades. ¿Qué debo hacer? Gritar. No mirar. El Che sonríe con su arma a la paz. Y los nietos de Silvio inventan misterios. A los grandes ocasos, les sobra luz. A las extremidades del cuento, les sobra dinero. Me maldices por ello, porque no te quiero.
-Supongo que debo irme
-Haces bien
-Tu abogado me ha dicho...
-¡Vete!
Porque mañana cuando muera, me olvidarán las amantes, tal como era. Me inventarán. Se te ocurre algo peor que una historia soñada. Un pasatiempo más cruel, que un antihéroe con mi alma. Bordeando las encuestas. Disfrutando de la ortografía de los pensamientos. Me he dado cuenta de que tengo algo. Un frasco de saliva a medio beber.
-¡Interno de la quince!
-(¡Imbécil!)
No me atrevo a insultarte. Podrían emparedarme en uno de esos cuentos de Poe. En uno que no he leído. En un Crusoe mendigo. No me apetece enfadarme. Podrías condenarme a explicarte mis duelos con el rey ahogado. Bordeando las orillas, que sobrevuelan los vencejos. Se me escapan las arenas que te habría de regalar. Me huyen las buenas intenciones. Los honores. No me disculpes. Porque no te pienso. Porque no te ordeno. No te sirvo.
-¡Abrid la quince!
Cuatro veces, cuatro, no he leído a Sartre. ¿Crees que me falta algo de pedantería si no me atrevo a nombrarle? Filósofos, psicólogos, historiadores, ¿envainareis vuestra espada cuando veais mi pañuelo? Gentes, ¿susurrareis mi soledad en cada encuentro? Cobardes, ¿me dareis la espalda? No lo creo. Soy presa fácil. Pero-ssss-, callaos, que duerme el poeta, que despertais al señor. Al hombre. Y entonces tendríais que escuchar sus adjetivos, descubrir su no tan noble sombra. Pero en vez de eso, quedaos a desnudar a la rana.
-¡Cenas!
-Buenas noches, la cena
-Buenas noches
Infringiendo normas que el pasado ha guardado. Engordando torpezas prohibidas. Se envuelven de luto las sintonías que se cuelan, en los cristales de las lágrimas que se quedan sin sonreir. No me muestres tus credos, no me sirven. Y empeorarás las cosas entre tú y yo, entre ellos y la locura del instante. Pierden las empresas los beneficios del trabajo, ganan los de la sospecha.
-¿Pan?
-No, pero más cerveza...-agitando el vaso de agua
No te mueras ahora, si no has muerto antes, ya no merece la pena. Estás viejo para molestar. Secretas sonrisas se diluyen entre las montañas de serpientes que se arrastran en el aire. No me estorbas, no lo haces proque no sabes quién soy. Y qué importa.
-Ha llegado una carta, pero hasta mañana no se la podemos dar
-Mientras exista un mañana
No hago nada. Absolutamente nada. Bueno sí. Aún respiro. ¿Te ríes? Da igual. A mí tampoco me gustan las mariposas de seda, ni los encajes de las arañas. Y por eso, ¿qué? Acaso se derrite el fuego en la miel de las mimosas.
-¿Has jodido alguna vez sin ganas?
-Jaja, alguna vez, estoy casado
-Pues yo no, cómo lo echo de menos...
Destruir un país entre un mar y otro. Controlar las pasiones. Acordonar los encantos de los sentimientos. Desobedecer al idiota, al falso, al héroe. Sumar más fechas en las páginas, desdoblar los himnos y convertirlos en lo que son.
-Podemos arreglarlo
-Estaría bien
No me hables al oído, no te escucho. No me interesa. No extiendas tu mano en mi dirección. No la quiero. Zancadillas corren delante de 1789. Vulgares encuentros entre las ideas. Murmullos que se insultan. Mueren las lobas, no amamantan.
-Sabe que mi hijo trabaja para su madre
-Vaya, pues yo lo alejaría de esa mujer
Si me dejaras un momento avanzar, sólo para ver lo que hay delante. Luego, prometo retroceder el doble de mi insolencia. Si lo hicieras, tal vez me amedrantararían los sonidos del conjuro que un día, arrebataron del vacío, para posarlo en el espíritu de mis rodillas.
-Entonces me vais a...
-Sí, la carta, se la daremos mañana
-No, bobo, ¡la puta!
Se sirven copas de menta en el desayuno, por el aliento, ya sabes. Se endulzan con promesas y se venden en el mercadillo que los gitanos ha traído a mi barrio. Seguro que si lees despacio se borrarán las doctrinas. Si las buscas se ensalzarán a sí mismas. Enfermarán de vanidad. Lejos de los políticos encuentros con lo humano. Cerca de algún dios.
-Y un nuevo libro...
-¿Cuál?
-Elige tú
-¿Joyce?
-Jaja, estaría bien, uno de viajes. Jaja
Profetas del nuevo vino. Corderos del sol. No me imagineis dormido, que no puedo dormir. No me burleis, que no sé mentir. Bendita la sangre de los demás.
-¿Puedo llevármelo?
-Sí
-Debería comer más
-Jaja
-¿En qué piensa?
-¿En qué crees?
Por supuesto, en la cuerda que hará la lazada en mi último baile.

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