Leer, me hace bien. Me salvaguarda en la acción que minimiza mis impulsos y a la que dibujo fotografías en cuarto oscuro. No miro el reloj para no romper la quietud del cuerpo, paso las páginas sin pretender devorarlas, sin evocar pensamientos ajenos y cuando no, me dejo llevar por el tono pausado de la necesidad de lentitud.
Escuchar música, me hace bien. Me embotella en la acción que obstruye mis compulsiones y a la que interpreto placentero zambullir en algodón. Desconecto timbres llegados de terceros, escojo no escoger las canciones y cuando no, me dejo llevar por el tono pausado de la necesidad de lentitud.
De vuelta en el taxi, me empapo de las noctámbulas aceras, caminantes ruidosas y tóxicas. Engullo las puertas de los pubs, iluminadas y, a ratos, distraídas con la música que vomitan de su interior. De vuelta, miro a cada uno de los semáforos, verde, rojo, rojo, amarillo, verde, que me acerca al portal. Indico a tropezones la dirección exacta y busco las llaves en mi bolso. Busco la cartera y el dinero, busco, de nuevo, las llaves.
-El segundo portal
Cierro de golpe y otra vez revuelvo en mi bolso. Lo apoyo en el suelo, delante de la puerta de aluminio verde y cristal y me arrodillo sobre el terrazo helado. Llueve y hay viento, el paraguas inútilmente a mi lado.
-¡Malditas llaves!
Me inundan el pasillo iluminado por la pecera y el maullido de mi gata. Me interrumpe el taconeo que destroza el silencio hasta que me doy cuenta de cuánto me duelen los pies -exactamente los dedos extremos de los pies, el más grande y el más pequeño. Me autoinculpo por el último ron y me echo en mi cama de unotreintaycinco.
Cierro de golpe y otra vez revuelvo en mi bolso. Lo apoyo en el suelo, delante de la puerta de aluminio verde y cristal y me arrodillo sobre el terrazo helado. Llueve y hay viento, el paraguas inútilmente a mi lado.
-¡Malditas llaves!
Me inundan el pasillo iluminado por la pecera y el maullido de mi gata. Me interrumpe el taconeo que destroza el silencio hasta que me doy cuenta de cuánto me duelen los pies -exactamente los dedos extremos de los pies, el más grande y el más pequeño. Me autoinculpo por el último ron y me echo en mi cama de unotreintaycinco.
-¿Por qué no la coges de unocincuenta?
-Porque sólo es para mí
Siento como me mareo. Siento que no me va a dar tiempo llegar al váter.
-Porque sólo es para mí
Siento como me mareo. Siento que no me va a dar tiempo llegar al váter.
-(Casi)
Es demasiado temprano para un baño de domingo, pero ¡cuánto bien me haría...!
Es demasiado temprano para un baño de domingo, pero ¡cuánto bien me haría...!
-¡Al carajo!
Lleno el fondo de jabón y dejo que el agua lo cure todo.
Lleno el fondo de jabón y dejo que el agua lo cure todo.
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