Prohibido prohibirme

-Se me han quitado las ganas de comer
-Y, ¿por qué -entonces-, te estás acercando a la nevera?
-¡Ay, no sé!

Vengan ya los alagos, como el de ¡Estás preciosa! o ¿De verdad, cincuenta y tres? ¡no me lo creo! Me apetece un poco de cada. ¡Malditos bichos!

-La ensalada está

-A las patatas les falta un poco

Estás cambiado... hace tiempo que no paro a mirarte y sí, estás distinto... No tanto como para pensar en la recta final, pero sin duda, queda menos.

-¿Una calada?

-¡Joder!

Paréntesis vacíos. No hay peyote que reconforte. Nada después del después.

-Estoy cada día más gorda

-¿Tú?


Sí yo, fofa, blanda como una babosa; mucho menos hidratada, claro está.

-¿Te apetece que luego bajemos un rato?

No sé. Tengo el pozo de los deseos envuelto en barro. Si salieramos un rato de paseo borraría esas calorías de las que voy forrada y, de paso la angustia del estar. Alcanzar el deber, compensar las balanzas de energías disparadas unas contra las primeras. Deber emocional, paz física.

No compartir juegos de azar, metas y pensamientos. Alguien me comenta que me repito. Tal vez, después de todo sólo estoy aquí por un par de cosas:

-Porque no sé de otro lugar para estar

-¡Nena!

Se me ocurre que si no puedo dejar de pensar y si detrás de cada una de las afirmaciones que escupo, no hay una gran respuesta. Si además no lamento los libros mal escogidos, los enemigos más pretendidos, si no puedo autogestionar mis angustias, borrarme a los demás y a mí misma.

-Porque el talento no es algo que se me haya concedido

Creo que entonces, nunca hallaré la manera de prefijar un sentimiento, envolverme de distancia, negociar una historia. Disculpen, de nuevo, las molestias.

No hay comentarios: